Xavi Arias: “El Annapurna no es una montaña para pasearse”
El alpinista catalán viaja este mismo mes a Nepal junto a Lluís Ràfols para intentar ascender su sexto ochomil. Para él, la clave del éxito en este pico es la velocidad: “es una montaña para llegar, subir y volverse para casa”.
Cuando Xavi Arias llegue al campo base del Annapurna hacia el 7 u 8 de abril, no será la primera vez que se encuentre en ese recóndito lugar del planeta. Ya estuvo allí en el año 2000, trabajando para la expedición conmemorativa del 50 aniversario de la primera ascensión y liderada por Josep Antoni Pujante. Aquella fue una experiencia casi traumática: “perdimos el campo 2 con todo el material a causa de una avalancha; y lo peor es que unas horas antes nos planteamos –y, por suerte, desestimamos- si dormíamos en ese campamento o no”. A raíz de aquello, el de Esplugues de Llobregat prometió que no volvería nunca al Annapurna.
Pero el Xavi Arias de 2000 no tiene nada que ver con el de 2010. Entonces todavía no había ascendido a inguna cumbre de más de 8.000 metros. Ahora, a sus 39 años y con el Shishapangma (2002), el Dhaulaguiri (2004), el Cho Oyu (2007), el Everest (2008) y el Lhotse (2009) a sus espaldas, se ha puesto el objetivo de ser el primer catalán en alcanzar la cima de los catorce ochomiles. Su plan es lograrlo en la simbólica fecha de 2014. Y para conseguirlo, debe quebrantar su promesa, antes o después.
Xavi Arias. Foto: Col. Xavi Arias
¿Cuándo partes hacia el Annapurna?
Viajo el 22 de marzo hacia Katmandú y, desde allí, me voy al campo base del Mera Peak (6.476 m), donde me encontraré con Lluís Ràfols, mi compañero de expedición. Él estará ya allí con un grupo de clientes –ambos somos profesionales de la montaña- y aprovecharemos esa ascensión para aclimatar. Después, realizaremos el trayecto hasta el campo base del Annapurna en trekking.
En plena ascensión al Lhotse. Foto: Col. Xavi Arias
La vuestra será una expedición pequeña, solo Lluís Ràfols y tú. ¿Este hecho os resta posibilidades en la montaña?
Bueno, la verdad es que allí compartiremos la logística del campo base y los permisos con otras dos expediciones españolas: la de Carlos Pauner y Javier Pérez, y la de Juanito Oyarzábal y Tolo Calafat. Tanto con Carlos como con Juanito nos conocemos de otras expediciones y estoy seguro de que podemos colaborar y juntar esfuerzos. Además, no es la primera vez en el Annapurna para ninguno de los tres, así que también podremos tirar de experiencia. En cualquier caso, cada expedición irá a la suya. En ese sentido, con Lluís somos amigos y nos entendemos de maravilla. Coincidimos en el Cho Oyu en 2007 y trabamos una buena relación desde entonces. Le propuse venir conmigo al Annapurna y no se lo pensó.
También el Everest lo subiste con un solo compañero.
Sí, allí tuve la suerte de ir con Xavi Aymar, en el seno de la expedición Barcelona al techo del mundo, organizada por el Club Excursionista de Gracia. El reto de los catorce ochomiles es un proyecto personal, pero lo voy compartiendo con gente. Mucho mejor así que ir solo. En el Lhotse fui solo y contraté un sherpa que me abandonó. Fue muy difícil llegar.
Sin embargo, ahora llevas un entrenamiento específico.
Para mí, en una montaña de 8.000 metros, la velocidad es seguridad. A nivel profesional, a mis clientes les digo que hay que ir a las montañas despacio, que es bueno dar tiempo al cuerpo para aclimatarse y todo eso, pero cuando soy yo el que sube hago todo lo contrario e intento correr todo lo posible. La idea es que si tardo tres horas en lugar de cinco en ir de un campo a otro, son dos horas menos de exposición. Si voy fuerte y puedo saltarme un campo de altura, también es menos exposición. Pero para hacer esto, hay que llevar un entrenamiento muy exigente y una preparación exhaustiva, que es algo que tengo que agradecer a mi entrenador personal, Ricard Vila. En esa línea, tengo la experiencia de haber subido al Cho Oyu desde el campo base hasta la cima en el día. Además, este mes de enero estuve en el Aconcagua como preparación y me hice desde el campo base hasta la cima en diez horas.
En la cima del Aconcagua. Foto: Col. Xavi Arias
¿Y esa será la estrategia para el Annapurna también?
Por supuesto. El Annapurna es una montaña difícil y muy traicionera. Su ruta normal está muy expuesta a los aludes, que bajan siempre por el centro de la pared. Es una montaña para llegar, subir y volver para casa; no es una montaña para pasearse. Así que queremos llegar muy aclimatados y con potencia, para poder ascender con velocidad.
¿Tienes previsto utilizar oxígeno?
En principio, intentaremos subir sin oxígeno. Sólo he utilizado el oxígeno en mi ascensión al Everest de 2008, por culpa de una lesión. Y no me arrepiento. Algún día volveré para hacerlo sin oxígeno. Para mí, el concepto es sin oxígeno, pero hay que tener sentido común. Para mí, es mucho peor el hecho de llevar un ejército de sherpas que incluso te tienen preparada la sopita caliente cuando llegas al campo de altura. O que cargan con las botellas de oxígeno mientras el supuesto alpinista lleva solo la máscara.
Y, después del Annapurna, ¿qué?
Tengo pensado irme en septiembre al Manaslu, y el año que viene me gustaría intentar el K2.